PARA CARMENCITA

Cuando llega el verano pienso siempre en ella.

Será porque la primera vez que llegó a nuestra casa era temporada de sol y calor desesperante. Entonces, ella se lució con un postre de frutas frescas coronadas con un merengue casero que tiñó misteriosamente de color rosa.

Con el tiempo me di cuenta que su buena mano para cocinar era sólo una más de sus virtudes.

Puntual, bien peinada y maquillada, tenía un ligero estilo pin-up. Un día se puso en delantal a cuadrillé celeste con cuello blanco  bordado sobre la enagüa...Nos informó que en todas las casas anteriores le habían indicado que debía trabajar uniformada, pero con nosotros podía vestir según quisiera. No tenía importancia entonces y sigue sin importar hoy.

 Estuvo a i lado mientras esperaba el nacimiento de mi hijo menor. Siempre atenta, solía inventar cosas para hacer cuando ya sus quehaceres estaban finalizados. Me gustaba ir con ella al supermercado, de compras a las tiendas y a tomar un  helado. Mis vecinas creían que ella era mi madre, y fue lo más cercana a una madre que yo he tenido.

Pese a ser una mujer seria, el casero de la pescadería le decía una serie de cumplidos; pero ella digna jamás le regaló ni siquiera una sonrisa de agradecimiento.

Tenía siempre una palabra dulce en los labios, fue tierna y generosa con mis hijos y varias veces me enseñó secretos ancestrales: " si la guagua tiene fiebre, frótele el cuerpito con harina cruda, el almidón baja la temperatura"- me decía-" las rodaja de papas crudas  en la frente también sirven para bajar la fiebre", "sólo la puntita del cuchillo con bismuto y su niño regulará la digestión". Y un montó de sosas más que he aplicado con éxito cuando ha sido necesario.

 Fue parte de  nuestra familia, almorzábamos todos juntos y se llevaba todos los halagos por su sazón y destrezas culinarias. El primer plato en la mesa y el más abundante era para mi (ex) marido y a mis niños les conocía todas las mañas... y los consentía.

 Cuando abandonamos Santiago perdimos contacto, la capital devora a las personas y ella no entendía nada de internet.

El año 2002 retorné a Santiago, me di a la tarea de buscarla y la encontré. Mi familia se había reducido entonces a tres personas y ella volvió a nuestro lado; esa vez hizo una excepción porque se dedicaba a otra actividad, se había cansado de ir y venir de casas ajenas donde no siempre la trataban con respeto..

 Ahí estábamos, una vez más, haciéndole frente a la vida.  Su regreso a mi espacio privado fue un bálsamo, un apoyo, cada vez más cercanas dejó de ser la nana  y se transformó en una amiga que venía a casa . Nuestras conversaciones me fueron mostrando el universo de ella que yo no conocía. Recuerdo que en una oportunidad me dijo "yo vivo en Cerro Navia, pero es feíta mi población, quédese por acá mejor porque en mi barrio es peligroso hasta caminar de día". Como mi mundo en Santiago eran las calles cercanas al Metro, nunca se me ocurrió ir hasta su casa, además entonces sólo había dos líneas, la 1 y la 5. Asumo que fui la típica provinciana

 y preferí no exponer a mis hijos a esa jungla hostil, ruidosa y caótica a la cual jamás pude acostumbrarme.

Esta noche, viendo cierto programa en la televisión vio su recuerdo a mi mente... Hace años que nos perdimos de vista, ahora fui yo la tragada por la ciudad, por el trabajo, por la vida... O quizás por todo eso junto. Pero donde quiera que se encuentre espero, y quiero creer que tiene una buena vida, la misma que ella me ayudó a construir mientras estuvo cerca y tantas veces, con esa serena dulzura supo apoyarme sin aspavientos, animarme sin promesas vanas e incluso convertir mis lágrimas en sonrisas de aceptación.

Tuve muchas nanas, podría escribir un anecdotario con sus historias y recuerdos. Pero ninguna como nuestra Carmencita Quiroga Flores; ella me enseñó que hasta en los peores tiempos que nos toque vivir siempre hay una persona que a cambio de nada puede darlo todo.

 

Si alguien lee este post y la conoce, por favor hágale llegar estas líneas, las que le dedico con toda la gratitud y el reconocimiento desde el fondo de mi corazón.

 

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INDIFERENCIA

Temprano el día 25 salí a buscar algún almacén abierto  en mi barrio. Como  no quise  bancarme la fila del supermercado el día anterior, tuve que pagar por ello deambulando en mi auto por las calles  circundantes. En eso estaba cuando pasé por fuera de una Residencia para Adultos Mayores, en la Comuna de Hualpén. Me sorprendió ver a uno de los abuelitos allí asilados mirando  a través de la alta reja que rodea al recinto; ya que  aunque suelo pasar por ahí nunca antes vi  al personal que los atiende y mucho menos a alguno de los residentes.

Como un prisionero que contempla la libertad ajena, parecía  resignado y ausente;  en silencio, sin más expresión que lo que podía percibirse en sus ojos llenos de desencanto. Un poco más allá me detuve y caminé hasta parame  frente a él,  le pregunté si necesitaba algo o si buscaba a alguien. Pensé que tal vez estaba desorientado, como suelen estar los viejitos que son internados en estos sitios  por decisión de sus familiares.  Sin embargo, él tenía la mirada perdida quien sabe dónde, sus pupilas estaban  turbias  por una nube de tiempo y  permanecían  fijas adonde yo no podía llegar con mi entendimiento, un abismo nos separaba aunque estábamos frente a frente, solamente separados por un enrejado de metal. Él sólo repetía un nombre “Ana María”, “Ana María” , mientras  sus dedos se aferraban fuertemente a la reja. Balbuceaba algo que no comprendí, lucía desaseado y enjuto. Me pregunté dónde irán los fondos de las colectas masivas que uno ve en la TV, si estas instituciones supuestamente deberían darle cuidados dignos a estos ancianos, alimentación, recreación  y vigilancia, lo cual no fue lo que percibí en estos minutos frente a aquel hombre desconocido…

Repentinamente apareció en la puerta de la residencia una mujer con acento extranjero que comenzó a reprenderlo por haber salido sin permiso. “Qué hace usted aquí?, que  no sabe que está prohibido salir sin permiso?” Y acto seguido a tirones lo apartó de la reja y de mí.  La mujer ignoró mis reclamos por el trato y sólo volteó a mirarme para dedicarme un gesto de desprecio, ignorando por completo mis palabras. Perdí de vista al anciano tras esos muros y sólo oí el ruido del portazo con que  ella dio por concluido el lamentable episodio.

 Me pregunto quién se hace cargo de eso, me imagino que habrá entes fiscalizadores que velan por el normal funcionamiento de estos lugares, supongo que estas revisiones se realizan sin previo aviso y partiendo por la alimentación que se entrega a los residentes adultos mayores es la adecuada a sus necesidades para aquella etapa de la vida. Pero tal parece que estoy equivocada.

Nuestra población avanza en edad y en pocos años tendremos un aumento significativo de personas de la tercera edad, producto de que hoy muchas parejas deciden no traer hijos al mundo y en lugar de ello, adoptan una mascota. O bien se entregan por completo al desarrollo profesional, o viajan sin dejar espacio para dedicarlo a criar  otro ser humano. Así las cosas, el panorama es muy poco alentador.

 Somos una nación egoísta e indiferente. El porcentaje de personas que dedican parte de su tiempo a darle una mejor calidad de vida a otro sin recibir remuneración por ello es muy bajo. Pareciera que la mayoría pensamos que seremos siempre jóvenes, siempre tendremos nuestras facultades físicas e intelectuales impecables,  porque la indolencia está dirigida justamente a aquellos que han dedicado su vida a construir las bases de lo que hoy somos como país.

 No cedemos el asiento, no respetamos su lugar en la fila, no escuchamos sus ideas sin interrumpirlos o los escuchamos para luego ignorar sus palabras. Peor aún, muchos son los que por añadidura les hacen sentir como un estorbo o no tenemos la capacidad de bajar nuestras revoluciones para ir a la velocidad que ellos requieren.

 

 Vamos tan rápido por la vida que no nos detenemos a pensar que llegaremos a la misma estación que ellos, confiados en que nuestra buena estrella nos permitirá hasta entonces ser auto valentes e independientes; no nos vemos en perspectiva enfermos  ni abandonados. Menos aún nos imaginamos que podríamos ser uno como este señor que una mañana de Navidad me enseñó la parte gris de llegar a viejo, cuando las arrugas y el cabello cano sean para el resto no sinónimo de respeto y  consideración, si no la cruel indiferencia que acaba por arrebatarnos las ganas de vivir…

 

 

CONCEPTO COSTANERA

Para llegar al trabajo tomo la costanera.

Costanera.

¿Costanera?

Me da vueltas la palabra y como que no me cuadra.

Ha de ser  porque la costa aquí no sólo es mar si no también río; especialmente un río tan grande como éste  que, visto desde lejos, casi parece un océano, aunque no haya olas y en su lugar unas islas arenosas, trampas mortales para los ingenuos que un día osaron caminar sobre ellas.

Me entristece transitar por esta calle, una de las grandes arterias del Gran Concepción. Antes de llegar a Víctor Lamas el panorama es muy desalentador. Pero, vamos por parte:

 A la derecha: el vasto río, los árboles taciturnos que se inclinan hacia la orilla como buscando su reflejo en las aguas grises  y  el horizonte infinito casi siempre teñido de púrpura durante los  meses de invierno. Cerca de la ribera sur conejos de ojos luminosos transitan  entre ramas y cerros, y más acá, al oeste del cerro Chepe,  las aguas del Bio Bio  besan  el silencio del Cementerio General.

 Al centro: el asfalto mojado reflejando las nubes, las gotas de lluvia en el parabrisas, los bocinazos estresantes, los puentes transversales siempre atestados de vehículos, la señalética de tránsito que nadie respeta, los semáforos eternos donde convergen vías en muchos sentidos. La modernidad hecha monumento en una absurda escultura de piedra que conmemora un gran sismo; una especie de disculpa de la arquitectura por no haber construido antes edificios más firmes,  con tecnología anti sísmica en una de las ciudades más terremoteadas del mundo.

A la izquierda: un cordón irregular de calaminas levantadas a medio morir saltando, techos de zinc oxidado con piedras para que no salgan volando con el viento, escombros, barrios sin veredas, un festival amargo de viviendas lamentables donde conviven hacinadas las familias  y perros esqueléticos en un mismo espacio. Sólo unos frágiles cerezos en flor en medio de tanta podredumbre decoran y suavizan la presencia  de las ruinas colindantes.  Lo que no muestran los trípticos de turismo regional: los edificios en ruinas  donde encuentran temporal  guarida algunos de aquellos quienes dejaron que la vida pasara por ellos y no a la inversa.

 Pobreza, carencias, peligro.  Los ojos vacíos de esperanza, las manos vacías de otras manos, el corazón desangrado de sueños.

Sin embargo, en perpendicular  el Parque Ecuador y su Cerro Caracol invitan a sacar la bicicleta o a la mascota de paseo mientras los ojos se deleitan en el verdor y las hermosas casas de otros más afortunados, cuyos grandes ventanales permiten mirar la lluvia mientras los leños en la chimenea crepitan y de la cocina emana el aroma a chocolate caliente y galletas recién horneadas.

Aquí el contraste toma tintes macabros y sarcásticos. Tal vez por eso anchas avenidas separan a los ricos de los pobres, a los obreros de los profesionales, a las ejecutivas de las dueñas de casa. Aquí ojalá tengas un apellido vinoso; un título importante puesto como letrero en la puerta, idealmente bruñido en bronce y una secretaria vestida de traje con pantimedias y tacón incluso cuando el sol quema.

Ciertamente hay mucha belleza en el paisaje natural y urbano de esta palpitante ciudad, pero lamentablemente  muchos erróneamente piensan que un centro comercial  es sinónimo de desarrollo y creen que  la moda o las tendencias que se importan (o se inventan) en las revistas de papel couché encuentran su natural respaldo en una cultura snob y altamente clasista. Quien lo niegue que primero entre en una tienda de mall con calzado y ropa desprolija (ojo: no digo sucia) y verá que no tarda en ser perseguido por el personal de seguridad que sin duda lo confundirá con integrante del mundo del hampa.

Si uno decide mirar con apatía la cartelera cultural de la agenda Conce,  poco o nada se alimenta el espíritu.

Por eso intento mantenerme en contacto con el teatro, leo libros, busco cine arte, voy a exposiciones, visito  museos y asisto a espectáculos. Visito a mis amigas; me siento en un banco de la plaza  mientras miro a la gente que corre de un lado al otro saboreo  mi helado con cobertura de  chocolate. Mientras  ellos desean lo que hay tras las vitrinas yo estoy  untando mi pluma para escribir estas notas; mientras la lluvia cede paso al sol y un arcoíris se adueña del cielo, le voy arrancando el vestido a este Tropiconce, tan bonito pero tan ajeno.

 

Y así es como voy  descubriendo  el verdadero rostro de la ciudad que me vio nacer pero a la cual no pertenezco por tantas  razones.  Más que decir que dejé de ser penquista, me parece más sincero  afirmar que pertenecer  o no a un  lugar tiene relación con demasiadas aristas, muchas de las cuales son hebras invisibles que va tejiendo la vida, como caminos sin huellas por donde transitamos y que por lo general nos enseñan no sólo lo que somos si no también hacia dónde vamos…

 

Agosto

 

La noche más breve

y el astro mayor detrás de las nubes, como secuestrado por agosto.

Envuelta en sábanas oigo las gotas de una lluvia incipiente y el limonero tiene más vida que ayer.

Voy a salir a cosechar pequeños soles

para perfumar con ellos el primer té del día.

Después, no sé.

Tal vez dormite un rato con un libro entre las manos

y el estómago tibio de ideas de papel...

 

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HOPE

Espero que te guste el capuccino- me dijo mientras se subía con diestra  delicadeza las medias de  seda,  la punta de su breve pie apoyada sobre el borde de la cama. 

En sus pupilas la  luz que había visto la noche anterior rebotar contra los charcos de la calle, ahora parecía encontrarse en pleno proceso de renovación. Casi no llevaba maquillaje y sólo sus labios con un tenue brillo color coral tenían el poder de distraerme del magnífico espectáculo que tenía en frente: la finura de sus dedos recogiendo los cabellos en un moño alto, sus hombros albos bajo unas pecas caprichosas, sus caderas firmes y amplias,  ligeramente predecibles bajo la falda  que empezaba a acomodar sobre su cintura con un ancho lazo de lino, la curva perfecta de su espalda aún envuelta en luz de luna en fuga, la tersura de sus pies delicados pisando en puntillas en el ir y venir de esta novedosa mañana.

Yo no sabía si decirle algo rompería la magia de verla vestirse con la misma  naturalidad que la noche antes había usado para retirar cada prenda de su cuerpo y  del mío. Me parecía estar flotando en una especie de ensueño, tanta belleza no podía ser cierta, yo no encajaba en esa escena de cine de los cuarenta, donde una mujer simplemente perfecta besaba al galán desabrido, de impermeable arrugado y mirada indiscreta.

¿Cómo, siendo yo tan feo, había llegado hasta la cama de semejante mujer? Ella me había dejado en silencio con sus amplios conocimientos de astrología, Venus se había convertido en sus labios en una mínima expresión de los misterios siderales; yo había intentado explayarme sobre mis conocimientos de las estrellas y la historia universal y ella había hecho explotar todo  con sólo unas miradas y su risa incomparable, sus carcajadas me parecieron supernovas en expansión, miles de diminutos y fluorescentes estallidos de alegría que fueron cayendo luego como estrellas fugaces sobre su copa y la mía, donde  nadaban mis deseos buscando una orilla,  donde sus uñas dibujaban una ruta de ida y vuelta a lo largo de su copa, desde la base hasta su cáliz, acariciando el cristal, invitándome a acercarme, en un rito espléndido que me hacía sentir más vivo a medida que  iba muriendo en un ansia descontrolada por besarla y atraparla entre mis brazos. Pero una mujer así, no puede tener dueño, ahora lo sé. En ese momento estaba demasiado obnubilado para entenderlo.

  Ella tornó obsoletas mis ideas basadas en la química racional sobre el efecto de las endorfinas  en el cerebro cada vez que se detuvo su mirada en la mía; fue llenando todos los espacios entre las células  de mi trasnochado cuerpo, fue arrancándome quejidos no de placer ni de sensualidad si no como un cantor arranca arpegios a su guitarra, me enseñó un lenguaje nuevo, pleno de abandono y entrega. Pronunció las palabras precisas para rescatar las historias tristes de mi vida y deshilando su risa las  fue convirtiendo en tiernas moralejas o en secretos mensajes de maestros espirituales, únicos conocedores de mi naturaleza salvaje y sensible. Ella hizo su diagnóstico sin errar ni un centímetro, me sentí desnudo frente a sus ojos desde mucho antes de sacarnos la ropa.

Me fui dejando arrullar por su voz serena, por sus manos ligeras, por su perfume de misterio y la  liviana dulzura de su cuerpo.

 Mirándola ahora en silencio pienso que bien pudiera ser una sirena que se alejó demasiado de la playa, tal vez por eso huele a caracolas oceánicas y en los rizos de sus cabellos tal vez encuentre estrellas de mar si los revuelvo con mis dedos; tal vez por eso lleva conchitas de ostras el atrapasueños que cuelga sobre su almohada y me sabe a litoral caribeño su regazo tibio. Quién sabe si con algas se ciñe la blusa y decora su perfecto cuello, largo y orgulloso como cisne de laguna austral.

-No bebo café- le dije, comenzando a vestirme. Ella respondió sin palabras, sólo sonriendo. Un haz de luz se desprendió en ese instante como un arácnido de oro de sus cabellos, hasta llegar a iluminar la sombra circular de nuestros cuerpos.

-También tengo tés de hierbas, te ofrezco uno antes de irte- me dijo, y luego me sopló un beso mientras cerraba tras sí la puerta. Cierra todo cuando te vayas, fue la última frase que alcancé a oírle.

 

Acabé de vestirme y salí, sin beber nada, sin tocar nada. Estaba seguro que en ese mundo mágico en que ella dormía habría duendes atisbando mis movimientos, acechando desde los rincones, comentando mi sorpresa y  mi golpe de suerte. Con toda seguridad ellos verían la torpeza de mis acciones y al yo cruzar el umbral de aquella puerta se reirían de mí a carcajadas.

Así fue que dejé atrás su casa mientras volvía al tedio de lo cotidiano, a mi vida gris y a mi malhumorada normalidad. Mil veces pasé por su acera, pero no me atreví a subir las escaleras y tocar el timbre en su puerta.

Al poco tiempo comencé a dudar de lo sucedido. Me di cuenta que la luz a raudales sólo en su estancia brilla de esa manera, me resultaba más fácil creer en que había sido un sueño, un embrujo casual que por jugarreta del destino había equivocado destinatario y resulté yo el favorecido.

 

 

      Meses más tarde  me pareció verla en uno de los vagones del metro: hojeaba distraída un libro, la frente apoyada sobre la ventana empañada por el calor humano en medio de este frío invierno, llevaba una casaca negra, su hermosa cabellera era un incendio que ardía entre los ojos apagados de los demás pasajeros.Corrí para abordar y alcanzarla, pero una multitud me impidió el acceso ; tuve que conformarme con perderla de nuevo, tuve que tragarme las palabras y volvió a mi garganta ese triste sabor a soledad y derrota.

Por eso desde entonces  estoy aquí, y a la misma hora  cuando es martes. Tal vez se apiaden de mí los dioses aquellos de los que me habló mientras con su voz tejía de mi existencia las únicas promesas que no vi rotas; ya no me resigno a no volver a verla para contarle que jamás olvidaré sus pupilas encendidas, la ráfaga de ese fuego que su esencia sembró en mi sangre aquella tarde de mágica retórica, que la busco aún entre las pinceladas de nubes donde hasta hoy me refugio de su ausencia inhóspita.

 Y si jamás vuelvo a verla, he de conformarme con la improbable certeza de su paso por mi piel, por mis labios, por mi aliento; las horas impolutas en que su frescura impregnó de azahares mi alma  y suavizó con caricias cada cicatriz de mi cuerpo.

 

FIN

 

RESPETO (Cuento)

¡Qué bueno que te encuentro, weona!!  Había perdido tu número, lo había dejado en otra cartera y esa manía de cambiar bolso cuando una sale, en fin, lo bueno es que ahora pude llamarte. No te podí imaginar la weá que me contaron, si es para no creerlo, tantas cosas que pasan y una estando aquí mismo, ni se entera.  A todo esto, dime si estás ocupada, te llamo más rato… ¿No? Ya, ok, y si nos arrancamos ahora a tomar un cafecito? Yo te invito… Ah, no puedes. Bueno, yo igual tengo ene pega, pero es que aprovechando que estoy sola en este momento, entraron todos a  reunión de gestión, tú cachai po, dicen “de gestión” y al final se ponen a hablar puras weás, el resultado del clásico del fútbol, la pichanga del finde que viene, la mina nueva  que se está comiendo el jefe, los fondos de la caja chica… Así que hablemos no más, total estos tienen pa rato.

 No sabí ná la papita que te tengo, yo misma ni puedo creerlo. Pero el jueves recién como que se me alumbró la azotea y me dije, esto tiene que saberlo la Javi, si al final tú también sabí cómo fue la historia, más que mal, igual estuviste en las cuerdas por ese weón, digámoslo, si no era feo el tonto, lo malo es que era tan re caliente por la chucha…! Espérate, parece que viene alguien. No, falsa alarma, esta puerta que se abre sola, estos gallos de Mantención que siempre dejan las pegas a media, weona, no sé quién los elije, el otro día vinieron a reparar  una llave que  estaba goteando y la dejaron peor, ahí está el baño, con un charco y una con tacos es re fácil sacarse la cresta,  típico chileno po, es de maestro chasquilla, hasta una puede cambiar una gomita. Como sea, sigo. Resulta que el martes pasado me encontré en el ascensor con Eduardo, ese pelao que tú encontrabai rico, a todo esto, qué tiene de rico ese pelao? Lo miré bien y no le vi nada bueno, tenís como el gusto perdío tú, qué onda galla, antes te gustaban los minos y ahora encontrai rico a este weón que tiene menos brillo que zapato de gamuza…Ya ok, vamos a lo nuestro. El tal Eduardo me contó que a gerencia  va a llegar un jefe nuevo, adivina quién, sí, justo, el mismo. Obvio, yo tampoco le di crédito al comienzo, pero el pelao me aseguró que este weón había llegado recién de no sé dónde, que los viejos, cansados de financiarle tanto carrete y vida de lujos sin esfuerzo, se las ingeniaron para que lo recibieran en una Universidad  del extranjero, creo que el papá de este weón tiene unos contactos por gringolandia y apeló a eso para encaminar al hijo descarriado. Igual a la primera no se quería ir, tú cachai, es más fácil vivir como hijito de papá, levantarse a las cuatro de la tarde y quedar desocupado, que te planchen, te cocinen y te hagan hasta la cama. Yo cacho que ahí la vieja tiene la culpa, galla, yo supe que perdió a un hijo que tuvo antes de este weón, por lo mismo lo ha consentido en todo, lo malo es que el hijo se acostumbró a flojo y por lo mismo el matrimonio ese duró poco. La cuestión es que este gil se fue a estudiar afuera frente a  tanta presión familiar, una vez allá se puso a trabajar un part time en una cafetería cercana al mismo campus; allá toda la gallá se gana sus lucas po, es mal visto que a esa edad los  viejos todavía te mantengan y creo que a este otro no le quedó otra que ponerse las pilas. El restaurante era de propiedad de una chilena exiliada, así que lo recibieron con los brazos abiertos. Los primeros años los pasó de peña en peña, conociendo los ritmos de la nueva trova acompañado de una tropa de melenudos pseudo anarquistas, en barrios de medio pelo totalmente opuestos a su entorno habitual. La dueña del restaurante  prácticamente lo acogió como a un hijo, y al poco tiempo le ofreció techo. Me dijo el pelao que eso fue lo peor, porque de ahí en adelante a la familia se le hacía casi imposible ubicarlo, rara vez asistía a clases y no volvió a contestar el teléfono.  Una vez en vísperas de Navidad alguien lo vio comprando en un outlet periférico. Dame un minuto, me están llamando por la otra línea.

 Ya, era la mina de Gómez que no le pierde pisada,¿ y qué sé yo por qué  la reunión se alargó? Y Gómez es de los que apaga el celu; igual se la están cagando a la pobre, hace meses  que Gómez tiene onda con la pelirroja nueva del primer piso, sí, tú la conoces, estuvo en la fiesta de fin de año en el camping, te acuerdas? La que llegó  en uber, por esos días era la novedad, la última en irse y la más borracha, en fin, al menos no tuvo que conducir de vuelta. Volviendo a lo otro, la última en enterarse siempre es una, cierto? Bueno, por algo decía mi abuelita que en esta vida de dos cosas nadie se salva: de la muerte y de los cuernos. Así con este mino, como te decía. Creo que estuvo hasta el cuello metido en movimientos contrarios al sistema, alguien lo vio con una pancarta en medio de una protesta por los derechos de los inmigrantes, casi irreconocible en una jardinera de jeans y con expansiones en las orejas, pasado a marihuana. Tiempo después el papá se cansó de buscarlo y dejó que tuviera alguna urgencia económica para que volviera solo, pero eso  nunca ocurrió. No me cuelgues, viene gente, los atiendo y te sigo contando…

Eso.¿ En qué estábamos? Ah, claro, el viejo se aburrió  y este otro, derechamente, se olvidó de toda su parentela. A la Universidad iba de vez en cuando, lo justo para aprobar los ramos. Al menos en eso no botaron la plata, digo yo, que harto cuesta tener un título como para dejar todo tirado o a medio camino, no? Después de la graduación a la cual no fue nadie de su familia porque ni se enteraron, dicen que lo vieron en México, en un tour paseando con una mina de rasgos aztecas con una güagüa en brazos, irreconocible poh galla,¿ te acordai que este weón tuvo puras minas rubias en el liceo? Puchas, qué manera de cambiarle los gustos, si hasta la güagüa dicen que era igüalita a él, los tres con ropa onda artesa y con alpargatas de lona, ¿qué te parece? Harto lejos del mino que te tenía loquita, po weona, si yo me acuerdo clarito que le hacías los puntos cuando usaba pantalones Docker’s y mocasines  lustrados, al más puro estilo dandy newyorkino.

 Al final el pelao, tan pelador como siempre el weón, lo que no tiene de pelo lo tiene de lengua, me contó que se viene a ocupar el cargo más alto en la administración de la empresa. Así que prepárate, weona, si no capaz que te dé un infarto cuando lo veas en la próxima reunión de ejecutivos. Y cuidadito con andarle arrastrando el poncho al weón, porque anda tú a saber qué cresta de historial trae, más encima creo que hasta se casó con la mamá de la güagüa esa y no hay nada que sea más feo que meterse con un casado, porque las vidas ajenas se respetan, eso obvio, es que no podí ser tan mala clase poh,  acuérdate del código: ni con el ex de una amiga ni con un weón casao,  eso es básico y de buena crianza. Mínimo, creo yo.

Terminó la reunión, tengo que colgar. Te llamo a la salida; en una de esas, nos pasamos a tomar un cafecito a la esquina y te cuento los detalles…

 

 

FIN.

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MAGNOLIAS, LILAS Y ROSAS

( CUENTO)

Me le jue confundiendo,  con enjundia y too. No me avispé y endispués me di cuenta  que no iba a poder recuperar lo que ya no tenía. Hay veces que ni la mejor voluntá  puee con tanto infortunio, digo yo.

 Estelita, mi novia de toa la vía, me lo había advertío: Ya sabí ya, Beto- me ‘ijo- voh no tení ná que andarte pasiando con la hija del jutre por las chacras. De a’ónde acá ahora erís tan entendío de las siembras voh!

Y la firme, la purita verdá, es que ni cuenta me jui dando de lo que me estaba pasando, yo no máh me había agenciao ende quel patrón dijo que su niña tenía que tomar mucho aire puro, que el aire de la ciudá y los fríos capitalinos la habían tenío al borde de la muerte decían sus parentes, y eso no es poca cosa, usté sabe. Y ahí mesmito jue que ‘On Germán me salió con l’encargo:

Hazte cargo, Beto-  Me soltó una mañana, cuando le ajustaba la montura a su caballo- Mi hija tiene dos meses para reponerse antes de retomar el internado en Santiago, así que te encargo que le prepares la mejor yegua, la más mansa, y me la llevas a recorrer las tierras a diario. No la dejes cansarse, eso sí. Ella no debe agitarse porque sus pulmones son débiles, a lo más una cabalgata suave y después que camine por entre las siembras, así también ella aprovecha de aprender,  mira que este fundo enterito va a ser de ella cuando yo me muera. Ya estoy viejo, Beto, y mi niña tendrá que hacerse cargo de la administración del campo y de que la producción se mantenga como hasta ahora.

  Y así no más jue que me vi con la niña  Noelia, ayudándola con un empuje pa montarse a la yegua  después de desayunar. Ella aparecía con un vestío distinto cada día, y era de un género suavecito porque yo le agarraba la cintura pa subirla y me le resbalaba la mano… Y cada vestío con su sombrero, claro, con unas cintas que amarraba bajo su mandíbula, su cara llenita de  pecas y cuando se acercaba yo sentía un olor de flores que le subía por el cuello.

Al principio no me hablaba ná mucho, oiga. Lo´h íbamo al galope, palmo a palmo, por debajo de los álamos, hasta el final del camino, allá aonde se ve ese árbol de tronco ancho. Ahí los sentábamos a descansar a su sombra y ella cortaba con los deos  una rama de entre el pasto y hacía dibujitos en la tierra mientras tarareaba una melodía bien despacito. Nunca hei  sío yo muy entendío en la custión de la música, pero me gustaba escucharla cantar, como que me calmaba cuando hacía eso la niña Noelia. Casi siempre yo la miraba de reojo, no fuera a ser que por mi culpa ella se vaya a sentir incómoda. Mi taita siempre me decía: no seai bruto, Beto. A las mujeres hay que tratarlas con delicadeza, ná de andar mostrando la hilacha apurando las cosas… Y en veces me entraban unas ganas tan grandes de decirle lo linda que se veía con el vestío amarillo floriao, o que sus deos eran delgaditos, como tallo de junco, o que su olor era como el de la lluvia que caía en primavera…

Una mañana que íbamos de vuelta ella se voltió a preguntarme: Y usted, Alberto, como es que no tiene novia, o es que las mujeres del fundo de mi padre están todas ciegas? Y en ese momento no sé qué pasó conmigo, me le subió como un ardor a la cara, me le mojaron las manos de golpe y como tambor escuchaba sonar aquí en el pecho mi corazón, oiga… Es que fue muy rebonito ese momento puéh, y yo como atontao me quedé y ni supe qué contestarle, sólo me la quedé mirando, mudo. Y ella se rió y apuró el paso al mismo tiempo se puso a mi lao y me tomó del brazo!  Jue como un encantamiento, si ahora de puro acordarme me le apura la cuchara de nueo! Cuarenta y tres días a ese ritmo, ya me conocía toitas las canciones que ella entonaba de memoria. Ya le adivinaba las explosiones de risa, sabía cuántas pecas tenía en la nariz porque se las había contao muchas veces mientras ella no me veía; en veces, después de dejarla en la puerta’e la casona, ella me miraba con un brillo raro en los ojos, como si una estrella se hubiera venío del cielo a alumbrarme desde su mirar. Yo m’ iba entonces a seguir con lo mío, pero en mi espalda sentía que se me quedaba viendo, era como un fuego que me quemaba y cuando estaba solo no podía dejar de acordarme de’lla.

Jue la Estela la que primero se dio cuenta de que yo taba como espirituao. A ti algo te pasa, Beto, y a mí no me vení  ná con historias, ya tei visto con la hija de ‘On Germán, hasta tiritón te poní cuando la doñita te pasa cerca. Y si tai pensando que a mí me vai a pasar gato por liebre, tai bien equivoca’o pa que sepai! Muy señorita será la doña Noelia, pero lo máh bien que le gusta hartazo andar de coqueta, ni creai que no la hei visto presumiendo con sus vestíos al frente de vóh, que parecí como hechizao cuando llegai de los paseos que te encargó el patrón!"

La verdá verdá, es que ni yo sabía lo que’ra que me’staba pasando, oiga. Si no má uno cumple con órdenes, pero al corazón quien lo manda a soñar con lo imposible, ni que juera tonto, si yo sabía que la hija del patrón no podía mirar a este huaso bruto, qué se iba a fijar en mi ropa gastá, mis ojotas de hule y mis manos callosas…Por eso fue una sorpresa de las grandes cuando me le echó encima con too y vestío, se soltó el sombrerito de flores y dejó bota’o el corpiño entre unas ramas. Yo’staba paralizao de infarto, hasta pálido debo haber estao… Pero cómo no iba a besarla, oiga, si se veía tan rebonita, con su pelo suelto, con los ojos cerraos y ofreciéndome mirar sus pecas a una distancia que ni en sueños hubiera imaginao yo…

Y aquí toy, puéh. A lo hecho, pecho.

¡Bien vivo me saliste, Beto!- me gritó ‘On Germán antes de ponerme patitas en la calle. Lo que más siento es que la Estelita esto no me lo va a perdonar nunca, si una mujer despechá es algo muy terrible… P'a qué le cuento la de amenazas que tuve que bancarme de los demás peones, que según dicen les vino la afectación con mi idilio frustrao!

Ahora la niña Noelia  ni me mira y parezque se le olvidó que jue ella la cargosa. De un día p'al otro soy yo el culpable y el aprovechao. Pero lo pior es que pa’onde me vaiga me llevo su beso, aquí, bien puesto en la boca, y el recuerdo  de su cuello de cisne que huele a   magnolias, lilas y rosas…

 

 

FIN

 

 

LA MALETA

 

  Casi a las seis de la tarde me vinieron a dejar su maleta. Es de gran tamaño, de color azul marino, tiene ruedas y pesa como un demonio. Alguien tuvo la delicadeza de pensar en que para mí sería un peso extra tener que ir a reclamarla a las oficinas del aeropuerto, alguien sin duda pensó eso y ahora la tenía allí, sobre la alfombra, cerrada y misteriosa, tal cual había sido su vida según yo podía recordar.

Estuve mirándola media hora sin saber qué hacer.  Si la abría, tal vez alguien me reclamaría después por invasión a su privacidad. Si la dejaba así, sin tocarla siquiera, al menos tendría la esperanza vaga de que todo había sido un mal sueño y que de pronto sonaría el teléfono y escucharía su voz explicándome que todo había sido una confusión, que ya hablaríamos cuando volviera a casa.

 Me saqué los zapatos y decidí tratar de  dormir. Mañana, tal vez con más calma, estaré en condiciones de hacer algo o no hacerlo.

  Ya entre las sábanas me doy vueltas hacia un lado y el otro, tengo tanto frío que me duelen los huesos, trato de concentrarme en descansar pero como una película pasan por debajo de mis párpados cerrados las imágenes de los últimos días…

  Vuelvo en una semana, me dijo mientras me besaba en la frente, distraído, como cada vez que debía ausentarse de improviso, siempre después de un llamado que atribuía a indicaciones de última hora. Lo miré mientras abordaba el taxi, él volvió a sonreírme antes de perderse entre la niebla espesa de aquella mañana.

   Afuera sólo los grillos se oyen y una lluvia muy suave comienza a caer.

Entonces me anudo la bata en la cintura y bajo los peldaños hasta la sala, crujen las maderas con cada paso y al llegar al descanso de la escalera  mi mano busca el interruptor de la luz.

 

  Abro la maleta; ahora sabré, por fin, la verdad.

 

FIN

ABANDONO

 

Decidió dejarlo cuando hasta respirar en su ausencia le dolía. Tanto amor debía ser ilegal y, por lo mismo, prohibido.

Desde entonces se convirtió en una solitaria viviendo rodeada de gentes...

Quién sabe si un día
volveré a casa...
Despertar escuchando
la voz de una paloma;
que me arranque las sábanas
una húmeda mañana 
y prepare mi desayuno
como acostumbro, descalza.
Quién sabe si un día
volveré a casa,
para asolear mis tatuajes
sin la crítica velada,
sin la mirada impertinente
de quienes entienden apenas nada.
Quién sabe si un día
volveré a casa,
a beber el sol de cada horizonte,
a abrazar las arenas doradas,
a envolverme con los mares
que enjuagaron todas mis lágrimas.
Y andaré las mismas calles
con mi paz acostumbrada,
saboreando cada aceituna,
sorbiendo jugo de guayaba,
arrastrando cada recuerdo
que tengo fijo en la mirada,
cada rincón de mi historia,
añoranzas de lugares, paisajes,
aromas, sabores 
y personas amadas.
Quién sabe si un día 
volveré a casa,
quién sabe si para entonces
aún no sea tarde para nada...

Sueños de Trayecto

 

 

Subiste a mi bus con un  peinado distinto al que llevabas la última vez que nos vimos. Con un jeans gastado y un yembé rodeabas con las manos; no quise acapararte y simplemente dejé que te acomodaras entre los asientos de atrás. Pensé que, sin cambiar de lugar, podría escucharte cantar y seguir el ritmo del tam tam con el pie. Con gracia y sonriendo fuiste llenando el aire con rítmica alegría y tu cabello enmarañado convertido en dreadlocks se revolvía más y más en cada ráfaga de viento que entraba cuando el conductor se detenía en cada parada.

 

Señores pasajeros, mi intención no es molestar…

 

 Y extendiendo las manos abiertas fuiste recogiendo la cosecha de metal. Entonces llegaste hasta mi asiento y te miré a los ojos, y me gustó tu cabello enredado y complejo, y amé la canción que había terminado. Quise abrazarte y decirte que en esos breves minutos la distancia entre nosotros fue nada, pero ya habías descendido del bus llevándote un sueño que tengo cada día que vuelvo del trabajo: que coincidimos en la ruta y te sientas a mi lado, que  me cuentas qué tal tu día en la universidad o me comentas lo nuevo que en clases te han enseñado… Mas la vida es a veces solamente sueños vanos.

 

 Entonces recuerdo que puedo hallarte en otros ojos, mientras me acerco a casa donde el espacio que te espera no es otra cosa que un cuarto soleado donde jamás he puesto cerrojo.

 

 

 

Fin.

 

Falta poquito para Otoño.
Otro círculo se cierra, 
nuevas hojas se volverán humus
y el sol nos vestirá de dorado.
Cuando la lluvia aún no estalla sobre la tierra
y el clima nos hace zancadillas,
es porque falta poquito para Otoño.

 

POEMA   INTANGIBLE

 

Yo no te toco,
Te rozo nada más
Con el borde de mis sílabas
Enhebradas con sedas
invisibles y pulposas;
Abro tu corazón hambriento
Y bebo tu sangre, ansiosa.
Yo no te hablo,
Te miro nada más
En el más puro silencio
Analizando tus secretos,
Desenredando intenciones.
Yo no te abrazo,
Me quedo simplemente
Sonriente y serena
A distancia prudente.
Desde aquí puedo verte 
A mis anchas y siempre
Vuelves a revolotear en mi entorno
Con la misma gracia, 
Colibrí del desierto,
Gaviota emancipada.
Hacia ti van mis versos
Esta tarde soleada.

 

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El Tango es pasión, me dijo.

Cuando me di cuenta,

ya estábamos escalando sin arnés 

las sinuosas laderas de nuestros cuerpos.